LAS 100 MEJORES POESÍAS DE LA LÍRICA EUROPEA

JOAQUIM DU BELLAY: "HEUREUX QUI, COMME ULYSSE"

 

        I: TEXTO - https://www.poetica.fr/poeme-94/joachim-du-bellay-heureux-comme-ulysse-fait-beau-voyage/

 

Heureux qui, comme Ulysse, a fait un beau voyage,

Ou comme cestuy-là qui conquit la toison,

Et puis est retourné, plein d’usage et raison,

Vivre entre ses parents le reste de son âge !

 

Quand reverrai-je, hélas, de mon petit village

Fumer la cheminée, et en quelle saison

Reverrai-je le clos de ma pauvre maison,

Qui m’est une province, et beaucoup davantage ?

 

Plus me plaît le séjour qu’ont bâti mes aïeux,

Que des palais Romains le front audacieux,

Plus que le marbre dur me plaît l’ardoise fine :

 

Plus mon Loir gaulois, que le Tibre latin,

Plus mon petit Liré, que le mont Palatin,

Et plus que l’air marin la doulceur angevine.

 

 

Feliz quien, como Ulises, fin da a su travesía,

O como el argonauta que conquistó el toisón,

Y de regreso, lleno de experiencia y razón,

Entre los suyos vive el resto de sus días.

 

¡Ay! ¿Cuándo hacia mi aldea retornaré la vía

(La chimenea espera, humeando), en cuál sazón

Veré otra vez las vallas de mi pobre mansión,

Esa provincia íntima que a nada más se alía?

 

Me place más la casa que hicieron mis abuelos

Que los audaces frontis en el romano suelo:

Me placen no los mármoles sino pizarra fina:

 

Más mi Loire de los galos que el Tíber de latinos;

Más mi aldea, Liré, que el monte Palatino;

Más que el aire de mar, la dulzura angevina.

 

Trad.: Juan Carlos Sánchez Sottosanto

 

        II – COMENTARIO: Noto ahora, ante estos versos de Du Bellay, que son varios los poemas de esta antología dedicados al tema del regreso y su añoranza. Este, en concreto, a casi cuatro siglos de distancia, podría, acaso, despertar el eco de uno de los primeros aquí comentados, “Ítaca”, del griego Konstantinos Kavafis, que no solo retoma el mito de Ulises en sus versos sino que también -más significativamente- relaciona el viaje de retorno con la adquisición de “usage et raison” aquí, de sabiduría y experiencia -“σοφός” y “πείρα”- en Kavafis. Con el tiempo y los comentarios, voy dándome cuenta de que no hay manera de distanciar al antólogo de su antología y, por más que he procurado guiarme por criterios objetivos, incluso numéricos, en mi selección, constato que los gustos personales son insoslayables. Entiendo, pues, a estas alturas, que la nostalgia del hogar forma parte de mis sentimientos más íntimos. Elegir es conocerse.

    La historia personal que hay detrás de este famoso poema renacentista es bien conocida. Joaquim du Bellay, luego famoso integrante de la Pleïade, acompañó como secretario en 1553, con 30 años, a un familiar poderoso, todo un cardenal, a Roma, en un viaje destinado para él a encarrilar su propia carrera política. Pero el delicado poeta francés no encajó en aquel contexto palaciego, donde acaso no dejara de hacer notar de forma llamativa que en efecto era demasiado angevino, provinciano. Ya de vuelta de la gran ciudad de Roma a su idealizado entorno rural y entregado a su verdadera vocación literaria, publicó en París en 1558 sus Regrets, “Añoranzas”, una colección de sonetos en los que, al mismo tiempo que repudiaba el mundo de la corte romana que había padecido, ponía al día a la lírica francesa en cuanto a las más modernas técnicas poéticas italianizantes. Nunca un pueblerino en Francia había sido, tal vez no lo haya vuelto a ser, tan moderno.

    El poema que ahora comentamos es un soneto clásico adaptado a la prosodia francesa, que convierte el endecasílabo italiano en un verso compuesto de dos hemistiquios hexasilábicos de rima aguda, el después tan célebre alejandrino francés. Para un lector parisino de mediados del siglo XVI, leer un poema como este, que se alejaba por completo tanto de la temática como, sobre todo, de la estética literaria de la poesía francesa más tradicional, con la que había triunfado Clement Marot en la corte de Francisco I, suponía acercarse a un nuevo modelo europeo de literatura, que desde sus orígenes italianos se había difundido ya por España o Inglaterra e iba a convertirse en esas mismas décadas en la forma de expresión poética por excelencia en Francia y en el continente.

    No se trataba solo de la utilización de las formas consagradas en Italia desde el siglo XIV. Hemos de tener en cuenta, también, la perfecta integración de las alusiones mitológicas del inicio del poema, los ecos virgilianos del segundo cuarteto o el tono delicado y elegante de sus versos, que va a dar forma a una lengua poética francesa depurada y moderna. Du Bellay representa, de este modo, a través del más famoso de sus sonetos, la modernización europeizante ya un poco tardía del Renacimiento en Francia, que permitirá a su literatura, un siglo después, ya durante el reinado de Luis XIV, convertirse en el punto de desarrollo de nuevas corrientes estéticas que darán lugar al gran Neoclasicismo francés.

    Pero más allá de todo lo anterior, en este poema del primero de los grandes poetas franceses del Renacimiento, hay otro aspecto lateral de modernidad que no debemos pasar por alto: su regionalismo. Por supuesto, hablar de nacionalismo francés a partir de la nostalgia de un aristócrata de Anjou por regresar a su terruño está fuera de lugar, por mucho que vengan haciéndolo de forma sistemática los críticos franceses desde el siglo XIX. Lo que debe centrar nuestra atención en el poema es el rechazo del prestigio tradicional de Roma como núcleo cultural de Europa. Du Bellay no solo elogia su tierra natal angevina -en ningún momento habla de Francia- sino que establece una comparación desventajosa para Roma frente a ella. Sabemos que el poeta está haciendo referencia a una experiencia personal, su fugaz y frustrante paso por la capital de la Cristiandad, pero en el contexto en el que el poema fue escrito, no podemos dejar de pensar también en el amplio rechazo que esa centralidad romana estaba sufriendo en toda Europa. A mediados del siglo, casi todo el Imperio e incluso Inglaterra habían sellado ya su apartamiento definitivo de la Iglesia Católica; en la propia Francia, las corrientes evangélicas que darán lugar a los hugonotes estaban asentándose cada vez con mayor fuerza; el mismo Du Bellay va a escribir todo un libro dedicado a las ruinas de Roma… En un contexto así, para muchos de los lectores de este soneto la preferencia del terruño local frente a la ruinosa grandeza de Roma presenta también un cariz político de tinte regionalista, que vamos a poder encontrar también en la actitud de la corte francesa frente a la jerarquía católica romana incluso en los años más sangrientos de las guerras de religión.

    Es muy probable que el poeta del Loira no quisiera ir tan lejos y que, de hecho, este poema no responda más que a la nostalgia de un joven de pueblo perdido en la gran ciudad; sin embargo, la lectura del más famoso de sus sonetos no ha tenido casi nunca esa mera interpretación íntima. Este “heureux qui, comme Ulysse” muestra también el inicio de la mejor y más influyente fase de la poesía francesa en Europa y el final de la unidad ideológica europea, ejemplificada en el respeto por la centralidad de Roma, frente al fraccionamiento localista que va a traerle a Europa el Renacimiento. [E. G.]