JULES MAIGRET: LOS ORÍGENES DEL COMISARIO

Georges Simenon: El difunto filántropo, Tusquets, Barcelona, 1994.       

1.- COMISARIO MAIGRET

    La biografía y la bibliografía de Georges Simenon son asombrosas en muchos aspectos, inusuales e incluso perturbadoras, y uno de ellos es lo inmensamente prolífico que llegó a ser como escritor. Cuentan en su haber más de un centenar de novelas de todo tipo, algunas de ellas auténticas obras maestras, como La nieve estaba sucia o Barrio negro, una inmensa cantidad de crónicas de viajes y de textos autobiográficos y, sobre todo, otro centenar de novelas y relatos policiacos de la serie protagonizada por el comisario Jules Maigret.

    Si nos centramos solo en estas últimas y hacemos un rápido cálculo que tenga en cuenta, además, que Simenon abandonó la escritura profesional en 1972, damos con una proporción de casi 2 novelas policiacas por año durante las cuatro décadas en las que el autor belga se entregó a esta producción, desde principios de los años 30. Pero insistimos: esto solo en lo que se refiere a la serie Maigret, porque el resto de su narrativa viene a añadir incluso bastante más. Dicho de otra manera, estamos hablando de una media de casi una novela cada dos meses durante 40 años, sin contar otros escritos. Probablemente es preciso remontarse hasta el teatro de Lope de Vega para hallar una productividad semejante. Y como en el caso de Lope, nos vemos obligados a preguntarnos: “¿Cómo puede tener alguna pretensión artística, o un mínimo valor literario, una serie de novelas escrita de forma sistemática a tal velocidad?”

    De hecho, todavía podríamos concretar más: en 1931, fecha de publicación de la novela que hoy nos ocupa, Simenon dio a la imprenta hasta 11 novelas de la misma serie, que venía escribiendo, al parecer, solo desde el verano anterior. Y no se trata de una producción menor: nos hallamos ante el conjunto de relatos que dio forma definitiva a uno de los personajes más exitosos durante décadas de la novela policiaca europea, y que consagró a su autor, un desconocido belga emigrado a Francia, como el novelista más popular de la época. Parece claro que, como Lope, Simenon tuvo el acierto de perfeccionar, en este caso insertando a su protagonista en el trabajo cotidiano de una comisaría, un subgénero destinado al éxito.

    Si revisamos las características habituales de los detectives anteriores a Maigret, los encontramos a todos en sus despachos particulares. Así comenzó el Dupin de Poe, como investigador privado, característica heredada por Sherlock Holmes y por la novela negra norteamericana en las figuras de Sam Spade y Philippe Marlowe. Incluso Hercules Poirot, creado por Agatha Christie en 1920, que pertenece a la policía belga, no ejerce nunca como empleado público sino como profesional contratado. El comisario Maigret, en cambio, es un miembro más de la policía judicial de París y debe encargarse, por lo tanto, de todo tipo de crímenes dentro de la rutina habitual del Quai des Orfèvres, compaginando su trabajo policial con su vida privada con la mayor normalidad posible. Si damos un salto adelante hasta la novela negra de nuestros días, veremos con claridad el enorme éxito del Maigret de Simenon: casi todos los protagonistas de este tipo de novela hoy son miembros de las distintas policías europeas, desde el Kostas Jaritos ateniense de Márkaris hasta el Erlendur Sveinsson islandés de Indriðason, pasando por el John Rebus escocés de Rankin o el Salvo Montalbano siciliano de Camilleri. Es evidente que la profesionalización del investigador llevada a cabo por Simenon en los años 30 dotó a la novela negra de un nuevo ambiente de cotidianidad muy bien recibido por sus lectores y ampliamente aprovechado por los futuros escritores del género.

 

2.- MR. GALLET, DÉCEDÉ

    Me resisto a utilizar el título de la traducción castellana, El difunto filántropo, no solo porque prescinde del apellido del protagonista -equivalente fonético del mío, todo sea dicho-, sino porque introduce un concepto, el de la filantropía, difícil de relacionar con el texto que nos ocupa.

    Mr. Gallet, décedé tiene el privilegio de ser la primera novela del Comisario Maigret publicada de forma independiente por Simenon, en el mes de febrero de 1931. No es, sin embargo, la primera de la serie pues Piotr, el letón había visto la luz en el verano anterior en una revista. Se trata, en cualquier caso, de una de las primeras apariciones públicas de un personaje que con el tiempo iba a convertirse en una auténtica leyenda de la literatura de género europea.

    Probablemente hoy en día lo que más nos puede llamar la atención de esta obra a los lectores de novela negra sea su simplicidad. El caso se reduce a un supuesto asesinato desvinculado de cualquier otro asunto lateral y resuelto a través de la investigación policial sin más sorpresas que las que van surgiendo del propio esclarecimiento del “crimen”. Comparando este planteamiento narrativo con la aparentemente inevitable y enrevesada complejidad de la mayoría de las novelas detectivescas actuales, que como mínimo han de seguir un par de líneas de investigación paralelas e incluir alguna conspiración para acabar con el mundo tal y como lo conocemos, la novela de Simenon apenas sugiere otro calificativo que el de infantil.

    Sin embargo, incluso hoy la lectura de este texto primerizo de Simenon, donde la policía no solo no usa móvil sino que se traslada en tren y ¡en bicicleta!, resulta enormemente agradable e interesante. Desde el primer momento, la investigación policial se basa en la “personalidad” del muerto. Para Maigret, la búsqueda del asesino implica la reconstrucción de la vida del asesinado, que el investigador no acaba de ver con claridad en ningún momento. Hay una preocupación especial por el ambiente -“pequeñoburgués” es una palabra que Simenon utiliza repetidas veces-, por la situación social y por la sicología de los personajes, seres tan comunes y anodinos y a la vez tan reales, que no suele ser habitual en la novela negra actual. De hecho, resulta difícil llamar “negra” a esta narrativa de línea tan clara como un Tintín de la época y tan encantadora como El loto azul. Y, sin embargo, Simenon es el padre de toda la novela negra europea actual y Jules Maigret, su profeta. [E. G.]