LAS 100 MEJORES POESÍAS DE LA LÍRICA EUROPEA
1 de SEPTIEMBRE de 1939 - W. H. AUDEN
I: TEXTO - W. H. Auden: Otro tiempo, Pre-Textos, Valencia, 1993.
September 1, 1939
I sit in one of the dives
On Fifty-second Street
Uncertain and afraid
As the clever hopes expire
Of a low dishonest decade:
Waves of anger and fear
Circulate over the bright
And darkened lands of the earth,
Obsessing our private lives;
The unmentionable odour of death
Offends the September night.
Accurate scholarship can
Unearth the whole offence
From Luther until now
That has driven a culture mad,
Find what occurred at Linz,
What huge imago made
A psychopathic god:
I and the public know
What all schoolchildren learn,
Those to whom evil is done
Do evil in return.
Exiled Thucydides knew
All that a speech can say
About Democracy,
And what dictators do,
The elderly rubbish they talk
To an apathetic grave;
Analysed all in his book,
The enlightenment driven away,
The habit-forming pain,
Mismanagement and grief:
We must suffer them all again.
Into this neutral air
Where blind skyscrapers use
Their full height to proclaim
The strength of Collective Man,
Each language pours its vain
Competitive excuse:
But who can live for long
In an euphoric dream;
Out of the mirror they stare,
Imperialism’s face
And the international wrong.
Faces along the bar
Cling to their average day:
The lights must never go out,
The music must always play,
All the conventions conspire
To make this fort assume
The furniture of home;
Lest we should see where we are,
Lost in a haunted wood,
Children afraid of the night
Who have never been happy or good.
The windiest militant trash
Important Persons shout
Is not so crude as our wish:
What mad Nijinsky wrote
About Diaghilev
Is true of the normal heart;
For the error bred in the bone
Of each woman and each man
Craves what it cannot have,
Not universal love
But to be loved alone.
From the conservative dark
Into the ethical life
The dense commuters come,
Repeating their morning vow;
“I will be true to the wife,
I’ll concentrate more on my work,"
And helpless governors wake
To resume their compulsory game:
Who can release them now,
Who can reach the deaf,
Who can speak for the dumb?
All I have is a voice
To undo the folded lie,
The romantic lie in the brain
Of the sensual man-in-the-street
And the lie of Authority
Whose buildings grope the sky:
There is no such thing as the State
And no one exists alone;
Hunger allows no choice
To the citizen or the police;
We must love one another or die.
Defenceless under the night
Our world in stupor lies;
Yet, dotted everywhere,
Ironic points of light
Flash out wherever the Just
Exchange their messages:
May I, composed like them
Of Eros and of dust,
Beleaguered by the same
Negation and despair,
Show an affirming flame.
Septiembre 1, 1939
Me siento en un lupanar
de la calle cincuenta y dos,
incierto y asustado
mientras mueren las grandes esperanzas
de una década baja y deshonesta:
olas de rencor y de miedo
corren sobre las iluminadas
y oscurecidas tierras del planeta
oprimiendo nuestras vidas privadas;
el inmencionable olor de la muerte
ofende a la noche de septiembre.
La escolaridad debida puede
desenterrar toda la grosería que,
desde Lutero hasta ahora,
ha enloquecido esta cultura,
averigua lo ocurrido en Linz,
qué gran imagen hizo
un dios sicópata:
yo y el público sabemos
lo que aprenden los escolares:
aquellos a quienes se les hace mal
hacen mal a cambio.
Tucídides en el exilio sabía
todo lo que un discurso puede decir
acerca de la democracia,
y lo que hacen los dictadores,
la añeja porquería que dicen
a las tumbas apáticas;
todo lo analizó en su libro,
la ilustración ignorada,
el dolor que forma hábito,
pena y mala administración:
todo hemos de sufrirlo nuevamente.
Hacia este aire neutral
donde usan los ciegos rascacielos
toda su altura para proclamar
la fuerza del Hombre Colectivo,
derrama cada lengua su vana
competencia de disculpas;
pero quién puede vivir tanto tiempo
en un sueño eufórico;
se asoman fuera del espejo
la cara del Imperialismo
y el error internacional.
Los rostros en la barra
se aferran a lo cotidiano:
nunca deben apagarse las luces,
la música debe siempre oírse,
conspiran todas las convenciones
para que este fuerte asuma
los modos del hogar;
a menos de que veamos lo que somos:
perdidos en un bosque hechizado,
niños temerosos de la noche
que jamás han sido buenos ni felices.
La más ventosa basura militante
que gritan las Personas Importantes
no es tan vulgar como nuestro deseo:
lo que el loco de Nijinsky escribió
sobre Diaghilev
es cierto del corazón común;
pues el error creado en el hueso
de cada mujer y de cada hombre
ansía lo que no puede tener,
no el amor universal
sino ser en soledad amado.
De la oscuridad conservadora
hasta la vida ética
los trenes atestados vienen
repitiendo su voto matinal:
“Seré fiel a mi mujer,
me concentraré más en mi trabajo”,
se despiertan los desvalidos gobernantes
y reasumen su juego compulsivo:
¿quién puede liberarlos ahora?
¿quién puede alcanzar al sordo?
¿quién puede hablar por el mudo?
Lo único que tengo es una voz
para deshacer la mentira y sus dobleces,
la mentira romántica en los sesos
del sensual hombre-de-la-calle
y la mentira de la autoridad
cuyos edificios tentalean el cielo:
no hay tal cosa como el Estado
y nadie existe solo;
el hambre no deja escoger
ni al ciudadano ni al policía;
debemos amarnos unos a otros o morir.
Indefenso en la noche
nuestro mundo yace en estupor
y con todo, punteado en todas partes,
irónicos puntos de luz
relampaguean donde sea que los Justos
intercambian mensajes;
pueda yo, compuesto como ellos
de Eros y de polvo,
sitiado por la misma
negación y desesperanza,
mostrar una flama afirmativa.
II: COMENTARIO - Selecciono para esta Antología, de la inmensa producción lírica de uno de los poetas ingleses más prolíficos y exitosos del siglo XX, el único poema que él mismo rechazó como “deshonesto” y del que llegó a escribir “I loathe this poem”, suprimiéndolo de sus propias recopilaciones. Pero también es el más famoso, y esa es la principal razón por la que lo selecciono: consultada una profesora de inglés, Leticia García, al respecto, fue ella quien me lo recomendó, por su extendida fama, y su elección fue acertada.
¿Tengo, pues, derechos como lector sobre estos versos, mayores que quien los ha escrito? Por supuesto. Pudo tener derecho Auden, en su momento, incluso a destruir su poema, si pensó que debiera no haberlo escrito, y también a rechazarlo después, a ocultarlo, a prevenirnos contra él, a subrayar sus errores... Pero ahora estos versos no son ya suyos, no solo suyos. El poema le pertenece ahora a cada lector, que puede sumar su propia lectura a la de otros múltiples intermediarios, que acaso, todas, repudiaría el autor, pero no le corresponde.
Como filólogo me interesa, claro, qué quería decir en realidad Auden, por qué recuerda su estancia en un tugurio para abrir el poema, qué le hace citar a Tucídides y a Nijinski, qué pretendía transmitir en realidad con ese verso, We must love one another or die, que tanto le preocupó después. Como estudioso de la literatura puedo, incluso, valorar especialmente un acercamiento preciso al Auden de 1939 que escribió el poema y apreciar su esfuerzo compositivo y la coherencia y profundidad de sus ideas en su contexto vital. Pero hoy, 80 años después de aquel 1 de septiembre, el propio Auden queda muy lejos y estos versos suyos gozan ya de vida propia, como toda gran literatura, nacida de la interacción del texto con sus lectores, y esa vida póstuma forma parte también del poema para quien se acerca a él ahora.
Al fin y al cabo, ¿qué podía saber Auden de aquel 1 de septiembre de 1939 entonces? Para él no era más que el inicio de otra Gran Guerra, el fracaso del sistema, la dura expectativa de lo que va a repetirse. Sin embargo, desconocía algo que todos sus lectores sabemos ahora: la derrota de Dunquerke, la Batalla de Inglaterra, la rendición de Singapur, el día D en Normandía… Tampoco podía conocer lo que solo fuimos sabiendo a lo largo de los 50 años siguientes: el genocidio de los campos de concentración, el horror planetario de la bomba atómica, los regímenes carcelarios del bloque comunista, la Guerra de Vietnam… Por no saber, Auden no sabía, aunque parezca increíble, de los atentados de otro septiembre, en 2001, ni de la miserable respuesta occidental en Irak.
El poeta no sabía nada de todo esto, pero sí sus versos. Cada vez que los millones de lectores de este poema se han acercado a ellos durante estos 80 años han entendido sin problemas quiénes eran esas Important Persons que gritan su windiest militant trash en cada momento. Para Auden eran Hitler y Musolini pero nosotros hemos reconocido también a Stalin y a Franco, a Pol Pot y a Pinochet, a Mao y a Bush… Y cada vez que leemos ese deseo tan humano de “ser en soledad amado”, cada vez que sentimos al propio poeta igual a todos esos seres sin nombre, composed like them / Of Eros and of dust, sabemos que a esos hombre de la calle 52 Auden los había conocido ya en la guerra de España y los iba a ver de nuevo volando contra los Stukas en el cielo de Londres, desembarcando en la playa Sword, levantando las barras y estrellas en Iwo Jima. Igual que tantos otros, no menos vulgares y heroicos, que defenderían después a Rosa Parks en Alabama, que expulsarán con la fuerza de la no-violencia a los británicos de la India, que se despliegan todavía hoy como escudos humanos en Kosovo, en Líbano, en Libia…
“Debemos amarnos unos a otros o morir”. Si hasta la propaganda política de Lyndon Johnson pudo apropiarse de este verso en una campaña electoral, cómo negarle a Auden su derecho a considerar sus versos “deshonestos”, desnaturalizados por el contexto de la guerra, neciamente retóricos. Sin embargo, cincuenta años después de la muerte del poeta, seguimos necesitando su poema para dar sentido al siglo XX. Tal vez no el que el poeta quiso darle o el que pretendía transmitir con sus versos, pero de una forma mágica e inesperada, poética en el más profundo sentido de la palabra, Auden proporciona con sus palabras la forma en que nosotros mismos hemos decidido, hemos elegido, interpretarlo. Solo somos seres humanos acodados en la barra de un bar de mala muerte al borde del abismo; solo queremos vivir en paz, compartir nuestras miserias con los seres a los que amamos; quisiéramos que nuestros gobernantes nos trataran con dignidad y respeto, que no nos humillen, que no se se aprovechen, que no se nos rían. Pero hoy es, de nuevo, 1 de septiembre y oímos otra vez que doblan las campanas por nosotros y siguen gritándonos su basura mortal las mismas malditas Important Persons. [E. G.]