LAS 100 MEJORES POESÍAS DE LA LÍRICA EUROPEA

SEULETE SUY de CHRISTINE DE PIZAN

 

    I: TEXTO - https://www.poemes.co/seulete-suy-sanz-ami-demouree.html

 

 Seulete suy et seulete vueil estre,

Seulete m'a mon doulz ami laissiée,

Seulete suy, sanz compaignon ne maistre,

Seulete suy, dolente et courrouciée,

Seulete suy en languour mesaisiée,

Seulete suy plus que nulle esgarée,

Seulete suy sanz ami demourée.

 

Seulete suy a huis ou a fenestre,

Seulete suy en un anglet muciée,

Seulete suy pour moy de plours repaistre,

Seulete suy, dolente ou apaisiée,

Seulete suy, riens n'est qui tant me siée,

Seulete suy en ma chambre enserrée,

Seulete suy sanz ami demourée.

 

Seulete suy partout et en tout estre.

Seulete suy, ou je voise ou je siée,

Seulete suy plus qu'autre riens terrestre,

Seulete suy de chascun delaissiée,

Seulete suy durement abaissiée,

Seulete suy souvent toute esplourée,

Seulete suy sanz ami demourée.

 

Princes, or est ma doulour commenciée

Seulete suy de tout dueil menaciée,

Seulete suy plus tainte que morée,

Seulete suy sanz ami demourée. »

 

Christine de Pisan, Balade XI.

Solica estoy y solica quiero estar.

Solica me dejó mi dulce amado.

solica estoy, sin compañero ni dueño.

solica estoy, doliente y reconcomida.

solica estoy, sin ganas, desolada.

solica estoy, más que otra perdida.

solica estoy, sin amado atormentada.

 

Solica estoy, en la puerta o la ventana.

solica estoy, en un rincón escondida.

Solica estoy, para reponerme de mis lloros.

solica estoy, doliente o resignada.

Solica estoy, nada hay que más me agobie.

Solica estoy, en mi habitación encerrada.

Solica estoy, sin amado atormentada.

 

Solica estoy, do quiera que yo esté.

Solica estoy, que camine o que me siente.

Solica estoy, más que otra en la tierra.

Solica estoy, de todos abandonada.

Solica estoy, duramente hundida.

Solica estoy, a menudo tan llorosa.

Solica estoy, sin amado atormentada.

 

Príncipes, así es que mi dolor ha comenzado:

Solica estoy, de toda pena amenazada.

Solica estoy, más sombría que una mora.

Solica estoy, sin amado atormentada.

 

Trad. de E. Galé.

 

 

    COMENTARIO: El tópico de la joven, abandonada por su amante, lamentándose, podemos hallarlo en otros muchos poemas de la lírica europea medieval desde las  jarchas  andalusíes hasta la poesía provenzal o la galaico-portuguesa de Martín Códax. Aparece sobre todo en poemas de tipo popular, en los que la destinataria del lamento puede ser la propia madre de la voz poética, o sus hermanas. No hay razón, sin embargo, para considerarlos escritos por una joven; se le cede a ella la palabra para aumentar la eficacia en la expresión de los sentimientos.

Pero Christine de Pizan sí era joven y sí estaba sola. A finales del siglo XIV, cuando escribió este poema, Christine contaba con poco más de 30 años y acababa de perder, hacia 1390, tanto a su padre, junto al que se había criado en la corte de París, como, sobre todo, a su joven y amado esposo, Étienne du Castel, padre de sus tres hijos de corta edad. A partir de ese momento, Christine usó para sacar adelante a su familia los recursos que había adquirido durante su juventud cortesana. Sabía leer y hablar en varios idiomas, conocía las retóricas literarias más en boga y había estudiado las artes como cualquier aprendiz de clérigo. Era la hija, huérfana, de un gran médico y astrólogo, y la esposa, viuda, de un secretario real. Estaba sola pero había heredado un bagaje cultural inmenso.

    El poema, de hecho, responde a las convenciones más tópicas de las baladas francesas del siglo XIV. La autora construye una estrofa básica de siete versos con una sencilla rima doble ABA BBBB, que se repite idéntica en las tres estrofas y da pie al “envío” final, de cuatro versos, BBBB. También responde a la estructura típica de la balada bajomedieval el apóstrofe a los “princes”, con el que se abre el envío, nobles y entendidos que disfrutarían de la poesía de Christine en la corte. Por contra, la repetición obsesiva de la anáfora, aunque llamativa, acaba siendo enojosa. Esa insistencia uniforme a lo largo 25 versos resulta artificial y anula buena parte de los sentimientos que desea transmitir. Porque, además, nada en el poema parece indicar que la escritora esté refiriéndose a su caso particular: su “soulz ami” la ha dejado. Y ese “amigo” no tiene por qué ser su marido, que en realidad ha muerto; de hecho, no suele serlo en este tipo de literatura.

    Por eso lo más atractivo del poema es el uso del diminutivo. La autora no está “sola” sino “seulete”. ¿Cómo entender esa variante? Su soledad como mujer la deja doblemente aislada: no tiene amor pero tampoco protección frente a la sociedad. Tratándose de Christine de Pisan, ella va a tener que defenderse por sí misma. ¿Y cómo puede encararse esa dolorosa soledad, que va mucho más allá de no tener “amigo”? La autora lo hace con elegancia, como la intelectual que es, que no va a lamentarse en vano de su desgracia ni a querellarse contra la sociedad. En ese diminutivo, “seulete”, leemos una delicada ternura por sí misma, por la fragilidad de su condición y por el idealismo de su pretensión: “Vedme aquí, pobre de mí, abandonada pero dispuesta a seguir adelante. Pero no os preocupéis: no hay necesidad de hacerlo”.

    En realidad, no es esta la soledad a la que se refiere el poema, que no trata de revelar una situación personal sino de replicar un motivo literario; sin embargo, resulta muy difícil y, sin duda, empobrecería la lectura, soslayar la situación personal de la autora del texto: “Seulete suy”. Igualmente, sería muy difícil sentir la misma atracción por este poema si lo supiéramos escrito por un hombre, o por una escritora que, en efecto, solo hiciera referencia literaria al “mal de amores”.

    Literatura y biografía se acompasan en esos versos. ¿Lo quería así su autora? Es probable que no, que no tuviera interés en ofrecernos una metáfora de su soledad real a través de la soledad literaria del poema. Acaso solo quisiera jugar con la pena de amor y una anáfora obsesiva. ¿Quién sabe? Pero solo queda hoy nuestra lectura, que invita a imaginar a esta mujer recluida en su cuarto de estudio, construyendo un poema de amor con los pecios de su vida destrozada, dispuesta a sobrevivir con sus palabras, a solas con su pluma y su papel pautado, escribiendo. [E. G.]