MIGUEL DE CERVANTES: MISERIA E INMORTALIDAD LITERARIA

    Carece de sentido tratar de interpretar la vida de Miguel de Cervantes como la de un escritor al uso cuando su dedicación a la creación literaria fue, a todas luces, tardía, ocasional y sobrevenida. Los datos que tenemos sobre su vida, por el contrario, nos hablan más bien de un soldado desafortunado, de un funcionario poco competente o de un español de fortuna, menesteroso y marginal en ocasiones, al que la diosa Ventura solo sonrió una vez, al final de su vida, sin dejarle tiempo apenas para disfrutar de ello.

    Miguel de Cervantes fue bautizado en Alcalá de Henares en 1547, reinando todavía en España el emperador Carlos V. Miembro de una familia de clase media con problemas de dinero que se vio obligada a vagar por Andalucía buscando trabajo, Cervantes tuvo pocas oportunidades para acceder a una formación básica mínima antes de que su padre se estableciera en Madrid en 1566. Allí asistió al Estudio de la Villa, regentado por el humanista Juan López de Hoyos, que incluso le publicó dos poemas en una recopilación de 1569, año en el que, acaso por problemas con la justicia, el futuro escritor abandonó España camino de Roma. Allí se puso al servicio del cardenal Acquaviva y con él recorrió buena parte de la península itálica antes de sentar plaza como soldado en el tercio de Miguel de Moncada, acantonado en el reino de Nápoles. Por esa época y durante todo un lustro Miguel de Cervantes no va a ser sino uno más de los miles de soldados españoles que servían a su rey por toda Europa en el ejercicio de las armas.

    Desde el punto de vista militar, las posesiones españolas de Nápoles y Sicilia hacia 1570 tenían ante todo la función de contener las incursiones de la piratería berberisca en el Mediterráneo occidental y hacer frente al poderío naval turco. Por ello en octubre de 1571 tuvo lugar el hecho de armas más importante de la carrera militar de Cervantes, la batalla de Lepanto. En ella, una flota combinada de galeras españolas, venecianas y papales bajo el mando de Juan de Austria, hermanastro del rey Felipe II, destruyó la armada otomana en las costas occidentales de la actual Grecia. En esa batalla combatió, pese a estar enfermo, Miguel de Cervantes, que, junto con la gloria de la victoria, recibió también dos arcabuzazos en el pecho y una herida en la mano izquierda, por la que pasaría a la historia como “el manco de Lepanto”. En todo caso, sus heridas curaron en seis meses y aunque la mano quedó inválida, eso no le impidió seguir en el ejército participando en nuevas expediciones navales y recorriendo toda la península itálica hasta 1575.

    En septiembre de ese año, junto con su hermano Rodrigo, Cervantes regresó a España. Llevaba con él las típicas cartas de recomendación que hacían soñar a los soldados veteranos con una digna vida civil al servicio de su rey en un puesto de funcionario. Pero su viaje no llegó a término: los hermanos Cervantes fueron hechos prisioneros y trasladados a Argel, donde Miguel fue entregado como esclavo a uno de sus captores. Allí permaneció cinco años, durante los cuales, al parecer, intentó una y otra vez escapar infructuosamente. Finalmente, en 1580, con 33 años, consiguió regresar a España gracias a la intervención de los frailes mercedarios, que pagaron quinientos escudos por su libertad.

    Los datos que se conocen de esa década nos muestran a un hombre que intenta rehacer su vida: pese a contar ya con una hija natural, establece en 1584 lo que sin duda fue un matrimonio de conveniencia con una joven de Esquivias, Catalina de Salazar, que aportaba a la pareja una mínima estabilidad económica; solicita con poco éxito varios empleos estatales pero finalmente consigue establecerse en 1587 como comisario de provisiones para la Armada Invencible; e incluso prueba fortuna en 1585 por primera vez en el campo de la literatura con una novela pastoril en la línea de la prosa culta más estandarizada del momento. Pero nada de esto le permite asentar una nueva vida. La Galatea apenas tiene éxito y, de hecho, Cervantes renuncia a escribir una segunda parte; su incapacidad o mala voluntad a la hora de gestionar el dinero que manejaba como recaudador de impuestos atrasados, da con él en la Cárcel Real de Sevilla en 1597. E incluso su propio matrimonio, del que no tuvo descendencia, parece haber sido un fracaso.

    Al comenzar el siglo XVII y con más de cincuenta años, Cervantes sigue al margen del mundo de las letras. Incluso alguna obra de teatro que había hecho representar ya por entonces no llegó siquiera a verse publicada, pues el éxito del nuevo teatro de Lope de Vega arrumbó otras propuestas escénicas menos novedosas como la de Cervantes. Cabe preguntarse, incluso, por su propia situación social a estas alturas de su vida a la luz del proceso Ezpeleta, en el que sus hermanas y su hija bastarda reciben acusadoras insinuaciones de dedicarse a la prostitución.

    Y entonces, de repente, casi a los sesenta años, todo parece cambiar en la vida de Cervantes con la publicación de la primera parte de El Quijote, una novela de caballerías burlesca que a partir de 1605 se convierte en un éxito de ventas, con múltiples reediciones y traducciones en España y por toda Europa. Miguel de Cervantes, de repente, pasa a ser un escritor famoso al que hay que tener en cuenta. Es más, la estela de su éxito puede seguirse por las sucesivas ediciones de sus otras obras, hasta entonces impublicables. En 1613 aparecen sus Novelas ejemplares, la mejor contribución española al género de la “novellaitaliana; en 1614 el Viaje del Parnaso, un poema narrativo de categoría menor escrito en tercetos; en 1615 sus Ocho comedias y ocho entremeses y, por último, poco después de su muerte, en 1617, Los trabajos de Persiles y Sigismunda, una novela bizantina escrita de acuerdo con los gustos cultos de la época. Pero, en medio de su gloria, a Cervantes le sobreviene también algún sinsabor literario. En 1614 un apócrifo Alonso Fernández de Avellaneda publica, sin el permiso de Cervantes, la segunda parte del Quijote. Esta obra no es un simple plagio de la primera parte sino que el enmascarado escritor había utilizado la propia segunda parte que Cervantes llevaba bastante avanzada.

    La reacción del autor es rápida e inmortal: en pocos meses, Cervantes rehace su manuscrito con un tono completamente renovado para marcar distancias con el plagiario y en 1615 lo publica, obteniendo un éxito aún mayor y legando a la posteridad una de las mejores novelas de toda la historia de la literatura universal. La segunda parte de El Quijote consagra a Cervantes como el mejor prosista de Europa cuando se encuentra a punto de cumplir setenta años. Pero no va a tener ocasión de disfrutar de su fama: pocos meses después, el día 23 de abril de 1616, Miguel de Cervantes era enterrado, pocos días antes que William Shakespeare, muerto también otro 23 de abril de ese mismo año. [E.G.]

 

PRINCIPALES OBRAS

        NOVELAS

EL QUIJOTE, 1605 y 1615

NOVELAS EJEMPLARES, 1613

 

        TEATRO

OCHO COMEDIAS Y OCHO ENTREMESES, 1615

NUMANCIA (Tragedia), inédita