CHARLES DARWIN: UNA NUEVA PERSPECTIVA GLOBAL
Charles Darwin nació en Inglaterra en 1809. Era hijo de un médico acomodado, que lo envió a estudiar Medicina a Edimburgo pese a que él se interesaba más por la Historia Natural. Allí investigó el ciclo vital de los invertebrados marinos, aprendió la clasificación de las plantas y colaboró en las colecciones del museo de la Universidad, uno de los mayores de Europa. Al ver su desinterés por la Medicina, su padre lo envió a Cambridge con la idea de que se ordenase pastor anglicano. Pero una vez más, Darwin se dedicó a coleccionar especímenes e incluso logró publicar algunos de sus hallazgos en un manual de entomología.
En 1832, aceptó un puesto como naturalista en el Beagle, enviado a cartografiar la costa de América del Sur durante casi cinco años. Darwin dedicó la mayor parte de su tiempo a investigaciones geológicas en tierra firme, a coleccionar ejemplares y a mantener una larga correspondencia con su familia que luego sería el diario de su viaje. En Argentina, identificó al poco conocido megaterio; en las Galápagos, halló razas de pinzones que variaban de isla a isla, permitiendo su identificación; en Australia, la rata marsupial y el ornitorrinco le parecieron tan extraños que Darwin pensó que era como si «dos creadores» hubiesen obrado a la vez. Entre los sorprendentes ejemplares que trajo se encontraban restos de perezosos gigantes extintos, un esqueleto casi completo de un roedor del tamaño de un hipopótamo y fragmentos de Glyptodon, un armadillo gigante relacionado con especies vivas de Sudamérica.
Cuando el Beagle regresó en 1836, Darwin se había convertido ya en una celebridad en los círculos científicos de Gran Bretaña pero aún lo fue más gracias al material que traía consigo y a la publicación de su Diario del viaje del Beagle. De hecho, en 1838 ya era secretario de la Sociedad Geológica y al año siguiente fue elegido miembro de la Sociedad Geográfica. Darwin padecía una enfermedad crónica y a su regreso del viaje del Beagle su salud se resintió, por lo que hubo de trasladarse a vivir en el campo y durante el resto de su vida se vio repetidamente incapacitado con episodios de dolores de estómago, vómitos y otros síntomas, en particular durante las épocas de estrés.
Desde su regreso, Darwin ya especulaba en sus cuadernos sobre la posibilidad de que «una especie se transforme en otra» para explicar la distribución geográfica de las especies y hablaba de la variación en la descendencia para «adaptarse y alterar la raza en un mundo en cambio» como la explicación de lo observado en las tortugas y pinzones de las Galápagos. Incluso realizó un esbozo en el que representaba la descendencia como la ramificación de un árbol evolutivo. En los años 40, durante más de una década, se dedicó a realizar pruebas de cruce de animales y de plantas, mediante las cuales encontró indicios de que las especies no eran realidades inmutables. Darwin había llegado a encontrar homologías que indicaban que mínimas alteraciones morfológicas permitían a los organismos cumplir nuevas funciones en nuevas condiciones. En 1853 estos trabajos le valieron la Medalla Real de la Royal Society y la celebridad como biólogo.
A comienzos de 1856 se publicó un artículo de Alfred Wallace sobre la aparición de las especies que coincidía con el pensamiento de Darwin. Dos años después, éste recibió una carta de Wallace con un manuscrito en el que defendía la evolución por selección natural. Rápidamente, Darwin elaboró un resumen de su propio tratado para presentarlo junto con la obra de Wallace ante la Sociedad Linneana pero el trabajo no recibió demasiada atención. Por el contrario, la publicación de El origen de las especies en 1859 resultó muy popular. En él, Darwin expone una extensa argumentación a partir de observaciones detalladas y se adelanta a las objeciones a su teoría, que se formula de modo sencillo en la Introducción:
Como de cada especie nacen muchos más individuos de los que pueden sobrevivir, y como, en consecuencia, hay una lucha por la vida, que se repite frecuentemente, se sigue que todo ser, si varía, por débilmente que sea, de algún modo provechoso para él bajo las complejas y a veces variables condiciones de la vida, tendrá mayor probabilidad de sobrevivir y, de ser así, será naturalmente seleccionado. Según el poderoso principio de la herencia, toda variedad seleccionada tenderá a propagar su nueva y modificada forma.
A pesar de los repetidos brotes de su enfermedad, durante los últimos 22 años de su vida, Darwin continuó infatigablemente su trabajo. Tras publicar El origen de las especies como un resumen de su teoría, continuó desarrollando líneas de investigación que allí sólo habían sido esbozadas como la evolución humana o la adaptación de las plantas. En 1861, sus investigaciones sobre la polinización por insectos le condujeron a novedosos estudios sobre las orquídeas salvajes en los que investigó la adaptación de esas flores. Variación de las plantas y los animales en estado doméstico se publicó en 1868 con una buena acogida, siendo traducida a varios idiomas.
El siguiente reto de Darwin tuvo por objeto la evolución humana. Con El origen del hombre, y la selección en relación al sexo, de 1871, Darwin ofreció múltiples evidencias que situaban al ser humano como una especie más del reino animal. Así mismo, expuso la teoría de la selección sexual como una explicación de determinadas características no adaptativas, al mismo tiempo que enfatizaba la pertenencia de todos los humanos a una misma especie. Su investigación fue ampliada en su siguiente libro: La expresión de las emociones en el hombre y los animales (1872), una de las primeras publicaciones acompañada de fotografías impresas, que discutía la continuidad de la psicología humana con la conducta animal.
A su muerte, en 1882, Darwin fue honrado con un funeral de estado en la Abadía de Westminster, donde fue enterrado junto a Isaac Newton. Sólo cinco personas, aparte de la realeza, tuvieron un funeral semejante durante el siglo XIX.
La publicación de El origen de las especies atrajo un amplio interés internacional, provocando acalorados debates tanto en la comunidad científica como en la religiosa. En poco tiempo, el Origen se tradujo a varios idiomas como texto científico fundamental. En su época, la reacción popular más recurrente, reflejada en las sátiras y caricaturas de los periódicos, tenía que ver con las consecuencias de la teoría de la evolución para la posición de la especie humana en la jerarquía animal. Sin embargo, la respuesta de la Iglesia de Inglaterra no fue unívoca. Muchos profesores de Darwin en Cambridge descartaron su teoría rotundamente pero algunos teólogos liberales interpretaron la selección natural como un instrumento del diseño divino. En 1860, ya tuvo lugar en Oxford un célebre debate en torno a la evolución en el que se enfrentaron filósofos, teólogos y científicos a favor y en contra de la teoría de Darwin pero incluso hasta hoy, el darwinismo ha seguido generando un profundo rechazo en grupos religiosos conservadores, sobre todo en Estados Unidos, que se oponen a que la teoría de la evolución sea enseñada en las escuelas.