E. R. CURTIUS: LITERATURA EUROPEA Y EDAD MEDIA LATINA
Ernst Robert Curtius: Europäische Literatur und lateinisches Mittelalter, Berna, 1948; European Literature and the Latin Middle Ages, New York, 1953; Literatura europea y Edad Media latina, México, 1955; La Littérature européenne et le Moyen Âge latin, Paris, 1956.
La primera edición de esta obra magna del medievalismo europeo vio la luz en el año 1948 en la ciudad suiza de Berna. En el prólogo a la segunda edición , de 1954, el autor, el filólogo alsaciano, de ascendencia prusiana y madre suiza, Ernst Robert Curtius, catedrático de Literaturas Románicas de la universidad de Bonn, informaba a sus lectores de que los “trabajos preparatorios” del libro habían empezado en 1932 para proseguir con dificultades durante la II Guerra Mundial y de que una primera versión, luego remodelada, estaba escrita ya en 1945. Se trata de un libro, por lo tanto, concebido y escrito durante los terribles años del poder nazi y de la guerra, algo que hubo de influir mucho más de lo que pueda parecer tanto en los planteamientos del estudio como en la recepción del texto. alemana
De acuerdo con sus palabras, la escritura de la obra responde a una necesidad agónica del propio autor: la “preservación de la cultura occidental”. Curtius, justo antes de empezar a redactarla, acababa de publicar un ensayo titulado El espíritu alemán en peligro, en el que se pronunciaba a favor de un nuevo Humanismo que alejase a Alemania, y en especial a los intelectuales alemanes, de los peligros de un populismo demagógico, tanto por parte de la izquierda comunista como de la derecha fascista. Muy poco después, esos planteamientos le pusieron en una delicada situación ante las autoridades nazis pero, finalizada la guerra, le permitieron mantenerse ante la comunidad internacional como uno de los pocos intelectuales alemanes dignos de respeto. La apelación a la defensa de la cultura occidental que preside su obra magna es, por lo tanto, una ampliación de esa defensa de un patrimonio cultural en peligro que, ahora, ya no se refiere solo a Alemania sino a un conjunto del que Alemania no es más que una parte, Europa.
Para entender este punto de partida en su contexto histórico, hay que tener en cuenta que esta postura del catedrático renano no se manifiesta como un clamor individual y solitario, propio de un visionario, sino como un auténtico leit-motiv de la época inmediatamente posterior a la II Guerra Mundial que podemos encontrar, sobre todo, en algunos de los grandes políticos europeos de ese momento como Konrad Adenauer, Alcide de Gasperi o Jean Monnet, que, con la misma preocupación y la misma angustia, dedicaron sus esfuerzos a sentar las bases de la Comunidad Económica Europea. La gran diferencia estriba en que en política hubo que comenzar a construir desde cero la utópica unión de unos estados enfrentados a muerte durante décadas mientras que el filólogo hizo ver que bastaba con subrayar el principal nexo de unión que esos mismos estados habían compartido durante siglos: la cultura y, más específicamente, la literatura. Esta vinculación histórica entre política y filología es algo que a Curtius no solo no se le escapa en sus planteamientos sino que la hace explícita con estas palabras: “La europeización del cuadro histórico se está convitiendo ahora en requisito político, y eso no solo en Alemania”. alemán
Lamentablemente, casi setenta años después de la primera edición de Literatura europea y Edad Media Latina, la necesidad política de “europeizar el cuadro histórico” sigue siendo la misma puesto que el proceso de unidad en los ámbitos económicos y políticos que entonces comenzaba ha seguido adelante mientras que en los ámbitos culturales no solo no se ha echado a andar todavía sino que, dado que la Historia no se detiene, las posibilidades de “preservar” ese patrimonio común resultan hoy aún más utópicas que entonces.
En cualquier caso, la magna obra de E. R. Curtius sigue ofreciéndonos sus dos grandes revelaciones. Una, el concepto de “Edad Media Latina” ha resultado trascendental para el estudio de la literatura en cualquier rincón de Europa al poner de manifiesto la inmensa relevancia de los elementos procedentes de la Antigüedad clásica en el desarrollo de la cultura medieval. Esta línea de investigación fue reconocida desde el primer momento como una aportación fundamental para el estudio de la cultura en Europa y en la segunda mitad del siglo XX todas las grandes filologías la han tenido en cuenta, no sin que se haya insistido mucho, también, en sus limitaciones. La otra gran intuición de Curtius, que es la que más nos interesa aquí, ha sido, sin embargo, mucho menos prolífica, y en cierto modo casi soslayada: el propio concepto de “literatura europea”.
Ya desde su título la obra la obra de Curtius presupone la existencia de una “literatura europea” y, en consecuencia, la de un ente, denominado Europa, que, en palabras del autor en el primer capítulo, titulado precisamente “Literatura Europea”, tendría que ser una “unidad en el espacio y en el tiempo”. Europa es concebida, por lo tanto, como un concepto histórico unitario, o, de una forma más interesante aún para nosotros, como una perspectiva: “Europa, si no es una visión histórica, es solo un nombre”.
A partir de aquí, Literatura europea y Edad Media latina se divide en dos grandes bloques. Tras unos primeros capítulos introductorios en los que plantea los conceptos generales que sostienen sus investigaciones –“Literatura Europea”, “Edad Media”, “Edad Media Latina”, “Romania”-, el autor despliega, a lo largo de dieciocho capítulos profusamente documentados toda una serie de ámbitos literarios en los que la pervivencia durante la Edad Media de la tradición grecorromana permitió, tras el Renacimiento, el desarrollo de amplios aspectos de una cultura europea común: Retórica, Tópicos, Canon, Clasicismo, Manierismo... Como es bien sabido, la erudición del filólogo alemán y la originalidad de sus planteamientos en esta parte de su obra ha hecho de Literatura europea... una obra imprescindible para el estudio de la cultura europea de la Edad Media y sigue siendo una lectura impresionante e iluminadora.
La segunda parte, que Curtius denomina “Excursos”, está compuesta por veinticinco artículos independientes en los que el autor profundiza en algún aspecto más concreto relacionado con esos amplios temas desarrollados en la parte primera: “Las falsas interpretaciones de la Antigüedad en la Edad Media”, “La locura divina de los poetas”, “El mono como metáfora” o “Montesquieu, Ovidio y Virgilio”, entre otros.
Como ya hemos dicho, el punto de partida del estudio de Curtius es la existencia de un ámbito de desarrollo histórico común llamado Europa y, en relación con la literatura, los márgenes de ese ámbito quedan claros en la obra desde el principio: “La literatura europea es tan vieja como la cultura europea, es decir que abarca veintiséis siglos (contados desde Homero hasta Goethe).” Más adelante explicará también por qué él, un hombre de la primera mitad del siglo XX, se niega a ir en su estudio más allá del primer tercio del siglo XIX: “La literatura europea del siglo XIX y comienzos del XX está por examinar”.
Esos veintiséis siglos de cultura y literatura europea, Curtius los divide en dos grandes bloques que resultan evidentes, la Antigüedad grecolatina –podríamos decir nosotros “de Homero a Boecio”- y lo que en esta misma web llamamos la Etapa Clásica –“de Dante a Goethe”-. El trabajo de investigación del profesor de literaturas románicas de la universidad de Bonn consiste en analizar en profundidad una fase intemedia mucho menos evidente: los cauces permanentes, soterrados durante siglos pero nunca rotos del todo, a través de los cuales una época y otra se comunicaron: “Y sin embargo, la visión histórica de Europa nos revela que justamente ese trecho [la Edad Media Latina], eslabón que une al mundo antiguo en desaparición con el mundo occidental en formación, adquiere significado de clave”.
Desde nuestro punto de vista, en la obra de E. R. Curtius hay aciertos innegables y limitaciones sobre las que ahora, setenta años después, conviene reflexionar. Por un lado, su concepto de “literatura europea”, concebida como un presupuesto teórico para el estudio de nuestra cultura común no solo es un acierto sino una auténtica premonición, la visión de un futuro que todavía no ha llegado. Puede lamentarse, con todo, una cierta tendencia a confundir “literatura europea” con “literatura universal”, algo que en Europa y, como es lógico, más aún en Alemania, tiene mucho que ver con cierta ciega devoción por Goethe. Y también hay que lamentar el rechazo del autor a reflexionar sobre la evolución de la cultura europea en los siglos XIX y XX, sobre todo sabiendo que Curtius era un magnífico conocedor de la mejor literatura europea de su época, amigo personal de Stefan George, francesa moderna, traductor de T. S. Eliot y estudioso de James Joyce y de Jorge Guillén, entre otros grandes escritores europeos contemporáneos. Thomas Mann , André Gide o Jean-Paul Sartre, especialista en literatura
Por todo ello, no podemos acabar este comentario de uno de los más iluminadores, profundos, influyentes y documentados estudios sobre la literatura europea sin evidenciar la divergencia básica que nuestra perspectiva histórica mantiene con la de su autor: para nosotros, entre la cultura de la Antigüedad y la cultura europea hay un punto de fractura, en los siglos V–VII, que hizo imposible la continuidad. La Edad Media latina de Curtius es un elemento fundamental de un largo proceso de reconstrucción ficticia de una cultura de referencia prestigiosa, algo que ciertamente está en la propia base de la existencia de Europa, pero que no es más importante que las tendencias a la fragmentación, cultural, política y administrativa, que aportaron los pueblos germánicos en esos mismos siglos. Así pues, la Edad Media de Europa no es solo, ni siquiera principalmente, una época de comunicación entre dos mundos sino sobre todo una época de construcción de un mundo nuevo con materiales reciclados. La historia cultural y literaria de Europa abarca, en realidad, los catorce siglos que van de Isidoro de Sevilla al propio Ernst Robert Curtius. [E. G.]