ÍÑIGO DE LOYOLA: EL VASCO QUE CONQUISTÓ EUROPA

Para Joanes, vasco también él, y conquistador, a su modo.    

 

    Si se trata de ejemplificar la relación directa entre lo más específicamente vasco y la cultura europea en general, no creo que haya mejor referencia que el gran movimiento espiritual, educativo, social e incluso político que puso en pie con extraordinario éxito uno de los vascos más universales de toda la Historia, Íñigo de Loyola. Además, la fundación de la Compañía de Jesús a mediados del siglo XVI y su difusión inmediata por toda Europa permiten reflexionar, también, entre otros aspectos interesantes, sobre la esencial homogeneidad cultural europea, sobre su gran permeabilidad o sobre la escasa relevancia de otros aspectos, hoy tenido por trascendentales, como la raza, la lengua o la procedencia geográfica.

    Partiré, para todo ello, de la biografía de Íñigo de Loyola, nacido en Azpeitia en 1491 en lo que entonces era el Señorío de Vizcaya y hoy tu provincia de Guipuzcoa. Íñigo, de acuerdo con los criterios actuales, era euskaldún, es decir, se crió en un entorno lingüístico y cultural vasco. Sin embargo, vástago de una familia noble, a su educación familiar inicial se sumó en su juventud la que recibió en el entorno castellano de Fernando II de Aragón. Y esta posición le llevó a defender por la armas la ocupación de Navarra y a enfrentarse, durante el sitio de Pamplona de 1521, a un ejército franconavarro donde militaban otros nobles vascos como él: los hermanos de su futuro compañero Francisco Javier.

    Si me detengo en estos primeros pasos de la formación del fundador de los jesuitas es, precisamente, por su profundo localismo. Ni su Azpeitia natal, ni la Segovia de su juventud ni la Pamplona de 1521 tenían relevancia cultural alguna a principios del siglo XVI. Más bien, para cualquier europeo culto de la época, eran localizaciones remotas y marginales. Todo lo cual hace mucho más significativo el hecho de que, con semejante punto de partida, la posterior actividad vital de este azpeitiarra alcanzase tantísima proyección.

    Europa no aparece en la vida de Íñigo de Loyola hasta que no se traslada a París en 1527. En realidad, como hemos visto en otro artículo, su peregrinación a Tierra Santa en 1523 ya se puede considerar un itinerario cultural europeo de la Europa de los siglos XV y XVI, pero no pasó de ser un acto personal e íntimo. Por el contrario, lo que suele considerarse el primer paso hacia la fundación de la Compañía, los Votos de Montmatre de 1534, fue una actuación plenamente europeísta, por su relación con la Sorbona, es decir, con uno de los principales y más prestigiosos centros culturales de Europa, y, más aún, por el listado de personas que rodean en ese momento a Íñigo: Francisco Javier, navarro, Pierre Favre, saboyano, Alfonso Salmerón, Diego Laínez y Nicolás de Bobadilla, castellanos, y Simâo Rodrigues, portugués, siete personas de cinco nacionalidades y cuatro lenguas diferentes. Si a esa lista añadimos a sus más inmediatos seguidores, es decir, Claude Le Jay, saboyano, Paschase Broët, francés, y Jean Codure, provenzal, la variedad aún se amplía: con la única excepción de la península itálica, en este primer esbozo de la Compañía de Jesús está representado todo el sur de Europa. Finalmente, en 1540, Loyola consiguió que Paulo III diese vía libre a su proyecto, que pronto comenzó a crecer más allá, probablemente, de lo que su propio fundador y primer Prepósito General hasta su muerte, hubiera podido imaginar.

    Para trazar el recorrido europeo inicial de los jesuitas voy a centrarme en una de sus instituciones culturales más relevantes: los colegios. Nacida en plena Reforma protestante, la Compañía de Jesús se convirtió desde su misma creación en uno de los instrumentos más eficaces del Catolicismo para frenarla e incluso hacerla retroceder. Para ello, los jesuitas decidieron muy pronto que era necesario reeducar en primer lugar al propio clero católico y luego a las élites gobernantes europeas, tejiendo una red de establecimientos educativos de inmenso prestigio.

    Los primeros colegios jesuitas, concebidos en origen como simples residencias anejas a las grandes universidades, van a ser el de París, establecido en 1540 por el valenciano Juan Jerónimo Domenech, y el de Padua, fundado por el propio Laínez en 1542; ese mismo año otro de los fundadores, Simâo Rodrigues, creó los de Lisboa y Coimbra en su Portugal de origen. En Castilla y en la Corona de Aragón será Favre quien erija los primeros colegios, el de Valladolid y el de Gandía, en 1545. De este modo, solo cinco años después de la creación de la Compañía los primeros jesuitas habían abierto colegios en los cinco grandes estados del sur de Europa: Francia, Venecia, Portugal, Castilla y Aragón.

    A partir de aquí, la expansión es imparable. Además de nuevos colegios en otras ciudades como Valencia (1544), Alcalá (1546), Bolonia (1546), Oñate (1551), la primera fundación jesuita en el señorío de Vizcaya, Zaragoza (1555) o Billom (en Francia, 1556) se fundan otros por todo el Mediterráneo, como Mesina en Sicilia en 1548, Nápoles, Florencia y Módena, en otros tantos principados italianos, en 1552, y los de Ferrara y Génova en 1554. Además, para entonces, el colegio de Gandía, se había convertido ya, en 1548, en la primera universidad propiamente jesuita, y algunos miembros importantes de la Compañía, como Le Jay en Ingolstadt (Baviera), eran catedráticos prestigiosos de universidades consolidadas. El éxito fue tan grande e inmediato que el holandés Pieter Kanijs -Pedro Canisio- era rector de esa misma universidad en 1550, de donde pasó a Austria para fundar el colegio de Viena en 1554 y el de Praga, capital del reino de Bohemia, en 1556. Mientras, en Roma, el propio Íñigo de Loyola había conseguido en 1552 crear un inmenso establecimiento educativo que preparara de forma masiva a los nuevos jesuitas para reevangelizar el norte de Europa: el Colegio Germánico, Collegium Germanicum et Hungaricum desde 1580.

    Así llegamos al final de la primera parte de este repaso, el crecimiento del proyecto de Ignacio de Loyola mientras él vivió y dirigió la Compañía. En el momento de su muerte, el 31 de julio de 1556, la Compañía de Jesús tenía ya doce provincias: Portugal, Italia, Sicilia, Germania superior e inferior, Francia, Aragón, Castilla, Andalucía, las Indias, Etiopía y Brasil, es decir, nueve europeas y tres en misiones; de las europeas, cuatro en la península ibérica, dos más en el Mediterráneo y las otras tres, Francia y las dos Germanias, en el interior del continente. Pero la vitalidad de la obra de este guipuzcoano no acabó con su muerte. Por eso ahora voy a seguir los pasos de los colegios de la Compañía durante un periodo de tiempo aleatorio de 25 años, es decir, hasta 1581.

    En este lapso encontramos nuevos colegios en otros territorios mediterráneos, como el de Sácer, en Cerdeña, de 1558, también fundado por Laínez, o el de Perugia, en 1557, obra del valón Everard Mercourian. Este mismo jesuita fue luego superior de la provincia de Germania Inferior, donde fundó varios colegios como el de Maguncia (1561), en Renania, o el de Tournai (1562), en los Países Bajos españoles. También en el sur de Francia hubo nuevas fundaciones en Toulouse (1567) y Burdeos (1572), y en otros estados limítrofes como Lorena, donde el colegio de Port-à-Mousson, de 1572, se convertirá en universidad, en Saboya, el de Chambéry, de 1566, o en Suiza el de Lucerna en 1577.

    Por esos mismo años, en el centro de Europa el auge de la Compañía es tal que se crean nuevas provincias como la de Austria, en 1563, con nuevos colegios en Nagyszombat (1561), Hungría, hoy Trnava, en Eslovaquia; en Kolozsvar (1571), Transilvania, hoy Cluj-Napoca, en Rumanía; en Graz (1573), Estiria, universidad a partir de 1585, y en Hall, en el Tirol, en 1574. Otra provincia nueva, de 1574, es la de Polonia, con un primer provincial, Francisco Sunyer, catalán de Barcelona. Allí se habían erigido ya en 1565 los colegios de Braniewo, en la costa báltica, y Plock, en el interior, pero la difusión continuará tanto por la propia Polonia, con la fundación del colegio de Poznan en 1573, convertido en universidad en el XVII, como por el Gran Ducado de Lituania donde el colegio de Vilna, de 1570, se convierte en universidad en 1579.

    En el corazón del Imperio, en 1561 Canisio había fundado en Tréveris un colegio y otro en 1571 en Espira, los dos en Renania. En Baviera hallamos también el de Dillingen en 1563, convertido de inmediato en universidad, y el de Heilingenstadt, de 1575. También ha de mencionarse el de Molsheim, en Alsacia, de 1580. Y en otras regiones europeas hallamos los colegios de Riga, en la actual Letonia, y Dorpat, la actual Tartu, en Estonia, en los territorios de lo que en el siglo XVI se conocía como Livonia, fundados ambos en 1566, y el colegio de Olomouc, en Moravia, hoy República Checa, de 1573, universidad desde 1576.

    En resumen, en 1580, a 40 años de su fundación y 25 de la muerte de su fundador, hallamos colegios y universidades de la Compañía de Jesús en quince países europeos actuales -Portugal, España, Francia, Italia, Bélgica, Suiza, Alemania, Austria,  República Checa , Eslovaquia, Rumanía, Polonia, Letonia, Estonia y Lituania- catorce de ellos, de la Unión Europea. Creo, Joanes, que resultaría muy difícil, si no imposible, encontrar un caso similar de éxito europeo en el ámbito educativo como el de este famoso compatriota tuyo. [E. G.]