SAN JORGE: UN CABALLERO CAPADOCIO PARA EUROPA

 

    No deja de resultar curioso que el santo patrono más extendido por las altas instancias de toda Europa ni tan siquiera sea europeo. A San Jorge se le reconoce el patronazgo de Georgia, por supuesto, pero también de Rusia, de Moscú, de Aragón y Barcelona, de Londres e Inglaterra, de Bulgaria, de Génova, de Friburgo en Brisgovia… Hoy, 23 de abril, su festividad en el santoral católico, nos preguntamos aquí cómo ha llegado la devoción por este santo anatolio, cuya vida transcurrió en Oriente Medio y que ni tan siquiera parece haber pisado tierra europea nunca, a extenderse tanto y a gozar de tanto prestigio en nuestro continente.

    Aunque siempre se menciona su origen capadocio, la tradición más antigua sobre San Jorge, de fines del siglo IV, cuenta que fue educado como cristiano por su madre en la localidad palestina de Diospolis o Lydda (hoy Lod, en Israel). En el ejército, llegó a ser tribuno y guardia personal del emperador Diocleciano en Nicomedia (hoy Izmit, en Turquía) pero en 303, con menos de 30 años, en tiempos de persecución, se confesó cristiano, por lo que se ordenó su tortura y ejecución el 23 de abril de ese mismo año. De inmediato, Lydda se convirtió en el centro de su culto, que de allí se extendió por todo el Imperio. Sin embargo, Jorge de Capadocia no parece haber sido canonizado hasta el siglo V y solo en el IX aparece su imagen a caballo como vencedor de un dragón. Hay diferentes opiniones al respecto, pero, dado el origen del santo, el dragón podría representar a Sabacio, dios de los frigios, tradicionalmente una serpiente. En todo caso, la leyenda de Jorge y la princesa tiene también muchos elementos comunes con el antiguo mito griego de Andrómeda y Perseo. Estamos, pues, ante un caso más de sincretismo multirreligioso, tan propio de las devociones más antiguas y populares del Cristianismo.

    Por supuesto, hay datos de la devoción por San Jorge en la parte occidental de Europa durante el primer milenio de nuestra era, peero nada hacía vaticinar su extensión y preeminencia futuras. Serán las Cruzadas a Tierra Santa de los siglos XII y XIII las que pondrán en relación y potenciarán el culto palestino de San Jorge en las regiones de origen de los expedicionarios europeos. Ya durante la Primera Cruzada San Jorge, San Demetrio y San Mercurio, militares todos ellos y de origen oriental, habrían apoyado al ejército cristiano durante el asedio de Antioquía en 1098, según se recoge en una de las “historias” más cercanas a la época.

    Así, a mediados del siglo XIII, la hagiografía de san Jorge ocupa un lugar destacado en un texto tan influyente en la cultura europea como la Legenda áurea. Su relato, que comienza “En la Historia de Antioquía se lee...”, le hace “oriundo de Capadocia” y recoge tanto su martirio en Nicomedia como el legendario combate contra el dragón, “en la provincia de Libia”, pero, sobre todo, incluye la promesa del santo a los cruzados de que “no solo los protegería, sino que actuaría como jefe de las tropas en las batallas de la conquista si llevaban con ellos las reliquias de su cuerpo”. Y más adelante confirma que así ocurrió ante las murallas de Jerusalén, donde se les apareció “vestido de blanco, perfectamente armado y enarbolando a modo de estandarte una cruz roja”.

    No es de extrañar, por lo tanto, la especial devoción de los caballeros cruzados por San Jorge, un santo de origen noble y militar de profesión, cuyo culto tenía su centro en la iglesia de Lydda, localidad ocupada poco antes del asalto a Jerusalén. Pronto fue considerado su principal protector y nombrado santo patrono de algunas de las órdenes militares más importantes, como la del Temple. A partir de aquí y a lo largo de toda la Edad Media, el patronazgo de San Jorge se extendió a buena parte de la nobleza europea, identificada con los caballeros que habían luchado en Tierra Santa, y en general, a las clases dirigentes, compuestas por miembros de esa nobleza, tanto en las cortes reales como en las grandes ciudades. Por último, la confusión entre gobernantes y territorio y el sentido patrimonial de la soberanía, hizo que el patrón de los reyes pasara a ser el patrón del Reino por toda Europa.

    Veamos ahora algunos ejemplos. No por casualidad hemos aludido a la versión literaria de la “leyenda” de San Jorge redactada por Jacopo da Varagine, arzobispo de Génova: esa ciudad fue uno de los hitos más importantes en la extensión del culto europeo de San Jorge y su cruz da forma todavía hoy a su bandera. En la Edad Media a Génova se la llegó a conocer como la República de San Jorge, y sus naves atravesaron una y otra vez el Mediterráneo llevando la cruz roja en su velamen y caballeros cruzados en su interior. Nos movemos, por lo tanto, en un contexto inicialmente mediterráneo, en el que durante los siglos XII y XIII las sucesivas campañas militares europeas en Oriente Medio van difundiendo la devoción por San Jorge y la bandera con su cruz desde el este hacia el oeste del Mediterráneo y desde el sur hacia el norte del continente. Un buen ejemplo es la tradición que explica la presencia de la cruz de San Jorge en las banderas de Inglaterra y Londres: un acuerdo para que los ingleses pudieran navegar bajo seguro por el Mediterráneo con las armas de Génova, así como la participación de tropas y navíos ingleses y genoveses durante la III Cruzada, todo ello en el siglo XII.

    Hemos de llegar a los siglos XIII y XIV para salir del ámbito de las leyendas y hallar datos que certifiquen el cada vez más amplio patronazgo de San Jorge por toda la geografía europea. En la península ibérica, por ejemplo, San Jorge es, desde la Edad Media, patrón del reino de Aragón, cuyo escudo ha lucido al menos desde el siglo XV la cruz de San Jorge en el tercer cuartel, conmemorando la victoria de Alcoraz en 1096. Una leyenda que ya aparece en la Crónica de San Juan de la Peña del siglo XIII, narra que el mismo día que San Jorge ayudó a los cruzados en Antioquía, hizo lo mismo ante Huesca en favor de los aragoneses. De hecho, en un momento de la batalla, en Asia Menor subió a su grupa a un caballero, al que ese mismo día se le vio combatir en Huesca, noble bávaro del que decían descender los condes de Aranda. Todo esto forma parte de la leyenda pero no que la Cruz de Alcoraz, una cruz de San Jorge cantonada de cuatro cabezas de moros, es usada en una bula real aragonesa de fines del XIII. No es de extrañar, pues, que el emblema de San Jorge aparezca también en otros escudos de la Corona de Aragón, como el de la isla de Cerdeña o el de la ciudad de Barcelona. O que la cruz de San Jorge dibuje hoy la segunda equipación de la S.D. Huesca.

    Si nos trasladamos más aún hacia el oeste, hallamos que en Portugal desde la Edad Media se usó como grito de guerra: “Portugal e Sâo Jorge”. La leyenda dice que los cruzados ingleses que ayudaron a Alfonso I en la conquista de Lisboa en 1147, introdujeron su culto en Portugal, pero no fue hasta la época de Alfonso IV, ya en el siglo XIV, cuando se pasó a invocar el nombre de San Jorge en sustitución de Santiago. Nuno Álvares Pereira, condestable de Portugal muy devoto del santo, consideraba deberle la victoria de Aljubarrota sobre los castellanos en 1385. Y, desde luego, no está fuera de lugar que le diera las gracias a San Jorge aunque solo fuera por la intervención decisiva de los arqueros ingleses en la batalla. Y es que para entonces, Inglaterra también había escogido al santo capadocio como patrono. Eduardo III fundó la aún hoy famosa Orden de la Jarretera bajo el patronazgo de San Jorge en 1348, pero ya antes había mostrado una devoción especial por él ordenando a sus soldados que vistiesen la cruz roja en Crécy, la gran victoria inglesa sobre Francia de 1346. Es lógico, pues, que medio siglo más tarde en el cerco de Harfleur Enrique V, según Shakespeare, cierre su arenga con el famoso “Cry 'God for Harry, England, and Saint George!'”

    Y aunque podríamos seguir recorriendo muy por extenso toda la geografía europea vinculada a San Jorge, terminaremos, en el extremo norte, con la imagen de San Jorge alanceando al dragón en Rusia, tanto en el antiguo escudo imperial de los zares como en el actual. Hay que tener en cuenta que Rusia fue heredera, al menos en el aspecto religioso, del Imperio Bizantino y ya en los lejanos años del siglo X, Yaroslav el Sabio, uno de los príncipes más importantes de la Rus de Kiev, había recibido como nombre de bautismo el de Yuri (Jorge). Más adelante, Yuri Dolgoruki, fundador de Moscú a mediados del siglo XII, habría ordenado que la primera iglesia de la ciudad estuviera dedicada a su santo homónimo, y Dmitri Donskoi, gran duque de Moscú a finales del XIV, tras la derrota de las tropas mongoles en la batalla de Kulikovo de 1380, nombró finalmente a San Jorge patrono de Moscú y usó por vez primera la imagen del santo a caballo en su escudo. En la actualidad, la Iglesia Ortodoxa rusa celebra la fiesta de San Jorge como patrono de Rusia el 6 de mayo y, tras la caída del régimen comunista, la Orden de San Jorge, creada por Catalina la Grande en 1789, ha vuelto a ser la distinción militar rusa más importante. [E. G.]