CUENTO: LA NARRACIÓN BREVE EN PROSA
Durante la Edad Media pueden rastrearse varios orígenes para la tradición europea de la narrativa breve en prosa pero todos convergen en la relevancia cultural del apólogo como forma literaria básica para la educación moral de los europeos. En este aspecto coinciden las líneas que proceden de las antiguas fábulas grecorromanas, fundamentales en nuestra cultura por su prestigio clásico, de las fábulas y los cuentos moralizantes de tradición oriental que se difundieron por toda Europa desde las fronteras de la Cristiandad con el Islam, sobre todo en Hispania, y de los modelos de narrativa religiosa vinculados a las colecciones de “mirácula”, que acaso sea el tipo de narrativa breve más original de nuestra cultura durante la Etapa Constituyente.
Desde una perspectiva histórica, hay que destacar en primer lugar la estrecha vinculación de la narrativa breve en prosa con su gemela versificada en estos primeros siglos de la literatura europea. El verso sirvió sobre todo para dar mayor categoría literaria a una materia que en principio carecía de ella por la lengua en que se componía, mayoritariamente vulgar, por su destino vicario, es decir, porque se planteaba como un mero vademécum literario a disposición de otros autores para la composición de textos de más prestigio, destinados fundamentalmente a la predicación, o por su origen secundario, traducción de otros originales, estos sí de prestigio, en latín. Salvado este prejuicio negativo a partir del siglo XIII gracias al valor práctico que fueron adquiriendo estos relatos breves, colecciones de cuentos como El conde Lucanor pretenden dotarse de mayor valor literario articulándose como una obra amplia compuesta de elementos menores vinculados entre sí pero independientes. Mediante esta elaboración personal de un material previo, el autor presenta ante el lector su obra en prosa como un auténtico trabajo literario.
El siguiente paso lo da Boccaccio al prescindir de la moralización como justificante de la propia existencia del relato. Sin embargo, incluso el humanista florentino mantiene la ficción de una supuesta o jocosa moraleja en cada uno de sus cuentos puesto que esta seguía siendo una de las características básicas del género. Es más, en la Etapa Clásica, la recuperación del prestigio de la fábula como género de procedencia grecorromana hace que la moralización vuelva a ser un ingrediente básico e incluso que la prosa pierda prestigio frente al verso. En este sentido y pese al gran peso que la figura de Boccaccio tuvo en el Renacimiento europeo, el cuento sufrió un claro retroceso como género literario culto durante el siglo XVII.
A la altura del siglo XVIII la narración corta en prosa se había visto relegada en buena medida a temáticas menores como la infantil y a motivos de prestigio menor como los relatos populares. De ahí la enorme importancia para el resurgir del género de autores como los hermanos Grimm, en los inicios de la Etapa Disolvente. En principio, lo que ellos proponen es elevar a la categoría de literatura de prestigio unos relatos populares que supuestamente eran transcritos en la lengua y con el estilo con los que se habían conservado entre la gente iletrada desde tiempos inmemoriales. En este sentido, el éxito de los cuentos de los hermanos Grimm es uno de los ejemplos básicos de la ruptura con los modelos clásicos que está en la base del cambio cultural que se produce a finales del siglo XVIII. Sus relatos breves son textos en los que la moralidad no es necesariamente relevante y que, por supuesto y pese a lo que pueda parecer desde nuestra perspectiva actual, pretenden ir mucho más allá de la literatura infantil, pues se presentan como testimonio de la creatividad de todo un “pueblo”. Además, se trata de textos individuales, completos en sí mismos pese a su brevedad.
Ciertamente, el cuento siguió siendo considerado durante todo el siglo XIX un género menor y grandes autores como Hoffmann o Poe hubieron de intentar ganarse su prestigio literario con otros géneros más valorados por sus propios colegas escritores. Sin embargo, ya en el siglo XX y de la mano, sobre todo, de autores extraeuropeos como Borges o Monterroso, el cuento se ha convertido finalmente en uno de los géneros literarios de mayor presencia en nuestra cultura actual. [E. G.]