CUENTO EN VERSO: MEMORIA, MUSICALIDAD, MAESTRÍA

 

    En la  historia de la literatura  occidental el uso del verso, es decir, del texto ritmado, normalmente de acuerdo con la cadencia de algún instrumento, musical o no, mantiene vínculos, al menos, con tres procesos creativos. Por un lado, en su aspecto más elemental, el verso –el ritmo-, facilita la memorización y la improvisación en una cultura ágrafa. La secuencia rítmica favorece tanto el recuerdo del texto que se ha de recitar de memoria como la manipulación de ese texto en el caso de que haya que vadear las inevitables lagunas del recuerdo. Para el rapsoda griego del siglo VIII a. C., el ritmo marcado por el cuento de su cayado, parejo a la secuencia del hexámetro dactílico, ayudaba a la recuperación mental de la retahíla de versos que había de recitar y, a la vez, le indicaba qué palabras, qué epítetos, qué secuencia improvisada podía insertar en cada momento de su narración.

    El segundo proceso tiene que ver con el acompañamiento musical, en el campo de la lírica fundamentalmente. Texto y melodía se hallan interrelacionados y han de complementarse de forma armónica. De ahí que los ritmos –los versos- de la poesía lírica sean mucho más complejos y variados que los de la épica, pues han de adaptarse a una mayor diversidad de ceremonias, espectáculos y usos sociales, siempre de la mano de los instrumentos musicales que se utilicen en cada caso.

    Es muy probable que sea a partir de este segundo contexto de producción, mucho más sofisticado, como surgiera la concepción del poeta –fabricante de versos- como un erudito, es decir, como un artesano especializado en la composición de un artificio retórico complejo y de calidad. Por ello, el uso del verso se convierte también, en determinados ámbitos, en una manifestación de la maestría del escritor, de la amplitud de sus conocimientos y técnicas y de la superioridad cultural de su trabajo.

    En relación con lo que ahora nos interesa, el desarrollo y éxito del género de la narración breve en verso, que tuvo lugar en la cultura europea, sobre todo, en la Etapa Constituyente, debemos tener en cuenta sobre todo la primera y la tercera de las observaciones anteriores: el uso del ritmo versal para la narración corta durante la Edad Media parece tener que ver principalmente con favorecer la memorización de unos textos que habían de ser repetidos de forma oral en un medio social caracterizado por un general analfabetismo y, por otro, con el deseo de demostar, por parte de los autores, una competencia técnica e intelectual sobresaliente en ese mismo medio poco culto, e incluso entre sus iguales. Un último caso, menos importante pero al que también aludiremos, es el uso de los ritmos complejos, más propios de la lírica, para adecuar la narración breve a una composición musical.

    Entre los primeros cuentos en verso que encontramos en la literatura europea medieval están las colecciones de fábulas latinas, continuamente reelaboradas y ampliadas con nuevos “exempla” incorporados por los clérigos medievales. Se trata de la típica lectura mnemotécnica, muchas veces vinculada a la enseñanza escolar, donde lo que se pretende es grabar una exigencia moral en la memoria de los alumnos. En este contexto, los relatos son breves y concisos y su final sentencioso, de manera que la enseñanza que se transmite resulte evidente y sea fácil de recordar. Destacan en este género, ya pasada la Edad Media, las nuevas colecciones de fábulas en verso cuyo modelo se extendió por toda Europa a lo largo del siglo XVIII tras el éxito de las Fábulas de Lafontaine. Todavía en esa época, el ritmo del verso, así como el lenguaje sencillo y la concepción elemental de los poemas, seguían estando al servicio de la memorización y la moralización del lector.

    Sin embargo, ya en los primeros momentos de las literaturas vernáculas europeas hallamos también recopilaciones de relatos en verso donde el autor quiere poner de manifiesto su maestría como escritor “docto”. Hay que tener en cuenta que en la Europa de los siglos XII y XIII el simple hecho de tener una formación letrada, de saber leer latín y escribir de acuerdo con determinadas reglas, ya constituía una llamativa excepción. De ahí que estos autores defiendan su trabajo, la complejidad de sus producciones literarias y su relación con determinadas técnicas que no alcanzaba a dominar casi nadie. Esto sucede tanto en el caso de Gonzalo de Berceo cuando en Castilla reescribe los milagros marianos de acuerdo con las reglas de la cuaderna vía, como en el de María de Francia cuando reconstruye determinado material popular informe de los bardos bretones para adecuarlo a las elegantes formas de sus lais, destinados al acompañamiento musical en las cortes  angevinas . En estos casos, la narración corta en verso es el resultado y la demostración de la capacidad creativa y de la sabiduría técnica de los autores.

    Por último, aunque la corta extensión y la estructura pendular de una canción no favorece su uso en un subgénero narrativo como el cuento, también tenemos algún ejemplo de obra medieval en la que el elemento principal desde el punto de vista compositivo es la música. Tal vez el caso más significativo sean las Cantigas de Santa María de Alfonso X de Castilla. El relato de cada uno de los milagros de la Virgen se halla sometido a la presión técnica de la forma musical utilizada para reproducirlo. Esto hace que las formas estróficas y los tipos de verso utilizados por el monarca sean múltiples y muy diversos y el resultado formal de semejante obra magna sea espectacular en todos los sentidos, sobre todo si añadimos las miniaturas que incluyen los ejemplares destinados a la biblioteca del rey.

    La evolución de la literatura europea fue dejando de lado este tipo de producciones literarias. En una sociedad cada vez más letrada y en la que la poesía se iba desvinculado de la música, la búsqueda del prestigio literario se dirigió en el Renacimiento hacia el gran poema épico en verso, la epopeya culta, y el cuento, cada vez menos vinculado a la reputación intelectual, paso a escribirse de forma generalizada en prosa. [E. G.]