GALAICO-PORTUGUÉS, GALLEGO, PORTUGUÉS
Una de las premisas originales de esta Historia de la Literatura Europea ha sido su constante actualización. Nacida de una amplia ambición totalizadora, que deseaba abarcar el conjunto de aspectos relacionados con la creación literaria, era imprescindible tener desde el principio la humildad, al menos, de que no todo el material publicado sería definitivo y, por lo tanto, no debíamos temer sino propiciar las necesarias correcciones . Hoy hay que dar cuanta aquí de una de ellas, fruto de una larga y profunda reflexión que nos ha preocupado durante años, incluso cuando, mucho antes de concebir siquiera esta web, vivíamos en Galicia.
Quienes hayan consultado estas páginas con frecuencia acaso se hayan fijado en que el cuadro dedicado a las principales lenguas literarias de Europa nunca ha contemplado una casilla específica para el “galaico-portugués”, a pesar de contener otras para lenguas medievales con menor producción como el anglosajón o el eslavo de Kiev . Esta ausencia estaba relacionada con una reserva inicial contra el uso este término que, sin embargo, luego fue pasada por alto en varias ocasiones en los artículos dedicados a Dinis de Portugal o a Alfonso X, cuyas Cantigas figuraban, además, en plena Antología Mayor, como escritas precisamente en esa lengua. Y todavía habrá que confesar una peor incoherencia, cuando en el texto sobre el rey de Castilla la propia palabra “galaico-portugués” se enlazaba directamente al artículo sobre la lengua portuguesa. Podríamos justificar esta falta de rigor conceptual alegando que la mayoría de los estudios tradicionales de la literatura medieval hispánica usan ese término compuesto para referirse indistintamente a la lengua utilizada por Martin Codax, Meendinho, Alfonso X, Joao de Lobeira o don Dinis. Se trataría, pues, de una lengua medieval, como el anglonormando o el aragonés, que luego evolucionó y dio lugar a dos lenguas modernas diferentes, el gallego y el portugués, como el latín vulgar de la Septimania dio origen al provenzal y al catalán, por ejemplo.
Sin duda, este razonamiento, sencillo y práctico, no carece, además, de justificaciones sociales, históricas y políticas, pero, desgraciadamente, no las tiene lingüísticas, al menos desde el punto de vista del portugués y, sobre todo, desde una perspectiva europea, que es, en realidad, lo único que aquí nos importa.
Vayamos poco a poco. Los reyes Alfonso X de Castilla y Dinis I de Portugal compusieron su obra poética, con pocas décadas de diferencia, en la segunda mitad del siglo XIII. Ningún estudioso de la literatura portuguesa o española niega que ambos utilizaron la misma lengua, a la que habitualmente -siempre, en los textos españoles- se la denomina “galaico-portugués”. Sin embargo, mientras que en la Corona de Castilla esta lengua fue apenas utilizada para la creación literaria a partir del siglo XIV, en el reino de Portugal se convirtió por el mismo tiempo en la lengua estatal. De este modo, la obra historiográfica del conde de Barcelos, en la primera mitad del XIV, ya se estudia siempre y exclusivamente dentro de la literatura portuguesa, y no digamos las traducciones de novelas de caballerías bretonas del siglo XV o el teatro renacentista de Gil Vicente, a principios del XVI.
¿Debemos entender que la lengua de Pedro Afonso y de Gil Vicente es tan claramente distinta de la del rey Dinis que ha de ser designada con un nombre diferente? En absoluto. La evolución lingüística de Portugal no es ajena a la de otras lenguas europeas como el castellano, el catalán, el francés o el inglés. En realidad, debido a que la continuidad literaria portuguesa no tiene parangón en ninguna de la regiones citadas, las innovaciones del portugués entre los siglos XIV y XVI son claramente menores que en cualquier otra zona de la Romania, exceptuando la Toscana.
Y, sin embargo, para ninguna otra lengua se utiliza un término equivalente a “galaico-portugués”. Siempre se habla de “francés antiguo”, “inglés medio”, “castellano medieval”... pretendiendo resaltar la continuidad lingüística del idioma moderno, incluso aunque, como sucede con el “inglés medio”, esa continuidad sea muy discutible. Entonces, ¿por qué no utilizar el término equivalente de “portugués medieval” para referirse a la poesía de Joao de Lobeira o de don Dinis? Ciertamente, ya hace tiempo que los estudiosos portugueses usan esa denominación y en realidad la cuestión es por qué no se ha generalizado fuera de Portugal. La razón es evidente pero el problema complejo, porque afecta a la historia literaria de otra lengua europea: el gallego.
Todos los filólogos saben que la historia social del gallego es radicalmente diferente a la del portugués. Mientras éste se convertía a partir del siglo XV en una lengua nacional, el gallego comenzaba a ceder terreno frente al castellano en la propia Galicia. Durante 500 años apenas hay una literatura escrita digna de ser tenida en cuenta en el noroeste de la península ibérica y solo en la segunda mitad del siglo XIX, gracias a una gran poetisa, Rosalía de Castro, el gallego vuelve a ser una lengua literaria de categoría internacional.
Pero referirse al gallego como lengua plantea el primero de los problemas pues no son pocos los lingüistas que defienden que el gallego es, en realidad, un dialecto del portugués. En cualquier caso, desde un punto de vista administrativo y formal, el gallego tiene un reconocimiento legal y normativo consolidado e incluso una Academia da Lingua que vela por su uso y por su supervivencia. Además, y esto es lo que más nos interesa ahora, es indudable que durante cinco siglos la lengua de Galicia se desvinculó de la evolución histórica del portugués y se desarrolló de forma independiente. Por otra parte, los escritores gallegos del Rexurdimento, deseosos de establecer diferencias con su vecino del sur, normativizaron su lengua acercando su escritura todo lo posible al castellano.
Aceptemos, pues, que se trata de lenguas distintas; en ese caso, ¿qué hacer con esa lengua medieval que, esto no es discutible, sería tan antecesora del gallego como del portugués actuales? Incluso en este caso hay que reconocer que, desde el punto de vista lingüístico, el término “portugués medieval” pone mejor de manifiesto la evolución histórica de una lengua literaria que de Martín Codax lleva a Joâo Zorro, al conde de Barcelos, a Gil Vicente y a Camôes. Esta trayectoria es mucho más coherente y natural que la que del mismo Codax llevaría a Alfonso X de Castilla (1275) y solo seiscientos años después (1875) a Rosalía.
En la historia de la literatura de las lenguas de Europa, las cantigas de amigo del compositor vigués forman parte de la literatura portuguesa, aunque esto pueda resultar extraño para quien entienda que lengua, territorio y nación son identificables. La literatura portuguesa, desde nuestra perspectiva, es la literatura escrita por europeos en lengua portuguesa y si las Cantigas de Alfonso X están escritas en la misma lengua que las cantigas de amor de Dinis I o que las cantigas de escarnho que compuso el conde de Barcelos o las de amigo que él mismo recopiló en su Cancioneiro por considerarlas el origen de su tradición poética, si las Cantigas de Alfonso X, repito, están escritas en esa lengua, están escritas en portugués, y el hecho de que Alfonso X fuera rey de Castilla y se hubiera criado en Galicia es irrelevante a la hora de la designación. Por otra parte, si el castellano, como el francés o el inglés, tienen una variante diacrónica llamada “medieval”, que pretende identificar las características particulares de esas lenguas durante la Edad Media, el portugués, con más razón, ha de contar con esa misma variedad “medieval”, que destaca al mismo tiempo su identidad y su variabilidad históricas.
Y, si después de toda esta reflexión teórica hemos llegado a la conclusión de que, en contra de lo que la mayoría de los estudiosos de la literatura española sostienen, el “galaico-portugués” no fue una lengua medieval independiente sino la fase medieval de una de las lenguas europeas de mayor continuidad histórica y de que, desde el punto de vista de la literatura europea, la denominación “portugués medieval” aplicada a esa variedad diacrónica es más coherente que la de “galaico-portugués”, ya es hora de corregir ese error en nuestra web.
Y así se ha hecho. [E. G.]