RETRATO DE UNA DAMA: ARRANQUE DE UN ESTILO MAGISTRAL
The Portrait of a Lady fue publicada inicialmente por Henry James de forma seriada en The Atlantic Mounthly, una revista cultural de Boston, entre 1880 y 1881. El autor tenía entonces 37 años, llevaba más de un lustro instalado en Europa y acababa de dar los primeros pasos hacia su consagración literaria: ya había escrito alguno de sus primeros éxitos, como El americano (1877) y Daisy Miller (1878), y de ese mismo 1881 es también otra de sus obras maestras, Washington Square. En este contexto, Retrato de una dama destaca tanto por el perfecto dominio de un estilo personalísimo, culminación del Realismo decimonónico, como por el magistral planteamiento de uno de los temas más típicos de James, la conflictiva relación entre la mentalidad estadounidense y la europea.
La protagonista de la novela, Isabel Archer, es natural de Albany, Nueva York, pero todo el argumento de la obra se desarrolla en Europa, en Inglaterra la primera parte y en Italia el resto, salvo el final, y su núcleo temático muestra el enfrentamiento entre la dignidad y franqueza con la que encara su vida la recién llegada y la miserable doblez con que se aprovechan de ella en el continente. Sin embargo, este conflicto entre americanos y europeos, que en El americano era tajante y maniqueo, en el Retrato de una dama es mucho más sutil: solo uno de los personajes principales, Warburton, es propiamente europeo -un lord inglés- mientras que los restantes “europeos”, desde Ralph Touchett hasta Gilbert Osmond son, en realidad, norteamericanos afincados en Europa y ya asimilados.
Retrato de una dama es la crónica de un fracaso, el de la protagonista, y del precio que, como una auténtica “dama”, ha de pagar por sus errores. Desde el principio de la novela, cuando Isabel aparece en Gardencourt acompañando a su tía, James nos presenta a una joven en cierto modo perfecta, al menos desde un punto de vista americano. Todos los personajes quedan de inmediato prendados de ella, hasta el punto de que Isabel se ve pronto forzada a elegir entre tres pretendientes, dos explícitos, el inglés Lord Warburton y el norteamericano Caspar Goodwood, y uno en la sombra, su propio primo Ralph. James se demora en presentar la sicología de esta joven que no está dispuesta a sacrificar su libertad al primer capricho de los sentimientos. De hecho, ese tema, el de la libertad femenina, parece ser una de las cuestiones que más le interesaban al autor. Isabel ejerce con pasión y atrevimiento su anhelo de libertad, importado de América, que le llevará de Londres a Florencia y allí, a la segunda parte de la novela, su matrimonio con Osmond.
Este cambio en las perspectivas vitales de la protagonista es lo único que no acaba de ser claramente resuelto por James. Es cierto que entremedio hallamos las intrigas de madame Merle y lo poco que el autor concede al tono del folletín, pero no resulta en modo alguno evidente que la herencia de Touchett o los engaños de Osmond sean razones suficientes para el rápido cambio de opinión de Isabel en relación con el matrimonio.
En cualquier caso, ese giro argumental se hacía necesario para poder desarrollar la otra cara de la personalidad de esta “dama”, su forma de afrontar el fracaso. Apagadas las luces de lo que ella había considerado la fiesta de su vida, Isabel ha de ser capaz de cumplir con las obligaciones que a su conciencia le impone su decisión equivocada. En este sentido, el lamentable final de la novela no hace sino insistir en el alto concepto de su propia dignidad que la protagonista ha mostrado desde el principio. Así, la construcción de la novela como retrato sicológico resulta magistral.
Junto a esta temática, interesante también como tópico del autor, el otro elemento clave de la obra es la prosa de James. Retrato de una dama es un compendio magistral de su mejor estilo: la ironía en la descripción de los personajes, la sutileza en la expresión contenida, la elegancia y el ingenio en el diálogo de los personajes, la sencillez retórica del amplio periodo narrativo… Nos hallamos ante una de las mejores muestras de prosa culta inglesa del siglo XIX, heredera directa de novelas como Middlemarch de George Eliot. Por supuesto, a lo largo de la producción literaria de Henry James, la utilización una y otra vez del mismo tipo de lenguaje, vinculado a una case social y unos ambientes muy limitados, reducen la repercusión de su obra en la evolución de la prosa inglesa, pero no por ello deja de convertirlo en un auténtico maestro en su género y una referencia inevitable en la literatura más prestigiosa del momento.
Retrato de una dama es, pues, una lectura doblemente recomendable. En primer lugar, porque pone sobre el papel una cuestión en ese momento fundamental en la sociedad europea, la responsabilidad de la mujer frente a sus propias decisiones en libertad. La figura de Isabel Archer, la dignidad con la que afronta sus propios errores, presentan a una mujer moderna, liberada y responsable, más propia del siglo XX que de su época. Pero esta novela se puede leer también, por supuesto, solo por el mero placer de degustar con tiempo y reposo su magnífico estilo literario. [E. G.]
EDICIONES DIGITALES
Texto original: www.biblioteca.org.ar/libros/167499.pdf
Traducción castellana: https://diskokosmiko.mx/Mariana-Dominguez/biblioteca-mariana-29873/henry-james-retrato-de-una-dama,333863.pdf
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