NORUEGA: LA PATRIA MODERNA DE LOS VIKINGOS

     Noruega forma parte de una de las regiones periféricas del continente, Escandinavia, y junto los demás países de esta región, hubo de recorrer un largo camino de incorporación a Europa hasta el punto de que solo a principios de la Etapa Clásica se le puede considerar de forma definitiva dentro de la unidad cultural europea.

     Durante la Etapa Constituyente medieval, Noruega no solo no formó parte de Europa sino que dio forma a una de las culturas rivales del núcleo fundacional europeo, la vikinga, desarrollada entre los siglos  VIII   y XII por los germanos septentrionales asentados en torno a los estrechos que comunican el mar del Norte con el mar Báltico, en la península de Jutlandia y el sur de Escandinavia. Los vikingos se expandieron también por la vertiente atlántica de Noruega y el norte de las Islas Británicas, llegaron a colonizar Islandia y Groenlandia y mantuvieron multiples relaciones con el resto del continente, sobre todo en las zonas costeras atlánticas y mediterráneas. Es más, desde el punto de vista histórico las incursiones de los vikingos durante la Alta Edad Media fue fundamental para el desarrollo de amplias zonas de Europa como la Galia atlántica, Britania y Sicilia y el sur de Italia. Pero la influencia cultural de estos colonizadores nórdicos en Europa no fue significativa puesto que ellos mismos habían sufrido un proceso de aculturación previo, anterior a sus grandes éxitos políticos y militares en el sur de Europa. Los guerreros que desde Normandía conquistaron la Inglaterra sajona o la Sicilia musulmana ya no eran culturalmente vikingos sino europeos de origen escandinavo que, de hecho, utilizaban una lengua de cultura románica, mantenían obediencia religiosa al obispo de Roma y compartían instituciones políticas con el resto de los gobernantes de la antigua Galia romana.

     Sin embargo, mientras tanto en la propia Escandinavia los noruegos siguieron manteniendo su propia cultura de origen germánico. Pero el hecho de que en la actualidad Noruega y el resto de Escandinavia formen parte de Europa no implica que su antigua cultura vikinga pase a formar parte automáticamente de la historia cultural europea. De hecho, la historia de Noruega nos sitúa ante uno de los problemas que plantea la definición cultural de Europa. En principio, podríamos estar de acuerdo de forma casi general en que el hecho de que Francia sea una región europea no implica que la cultura celta prerromana de la Galia deba ser considerada europea, a no ser que reduzcamos Europa a una mera entidad geográfica. En este caso, diríamos que no puede haber una cultura europea anterior a la propia existencia de Europa como cultura. Una perspectiva complementaria es la que nos ofrece Noruega. Tampoco podemos considerar europea su cultura medieval de runas, de la mitología germánica de las Eddas o de la magnífica pero autónoma narrativa de las sagas, puesto que su desarrollo es paralelo e independiente del embrión de cultura europea que entonces estaba gestándose. Otro caso similar y contemporáneo lo encontramos en la magnífica cultura islámica de Al-Ándalus, desarrollada igualmente en territorio geográficamente europeo, un territorio que incluso había formado parte de Europa al principio de la Etapa Constituyente, pero que entre los siglos VIII y XIV se insertó de forma exitosa en un modelo cultural radicalmente diferente del europeo.

     Esa incompatibilidad entre la cultura vikinga de Noruega y la cultura europea medieval se manifestó definitivamente durante el proceso de cristianización de Escandinavia. La llegada del Cristianismo, con todo el complejo intelectual, además de espiritual, bien consolidado que arrastraba consigo, supuso una serie de modificaciones significativas que acabaron con la autonomía cultural de la zona y la insertó, si bien en un segundo plano, en el desarrollo cultural general del continente. A partir del siglo XIV, Noruega carece ya de autonomía en todos los sentidos. Se integra políticamente en Dinamarca y abandona todas sus formas específicas de religión, administración social o creación artística para intentar adoptar los modelos generales impuestos desde zonas más nucleares de Europa. Hasta allí viajan, por ejemplo, desde las colecciones de milagros y de fábulas hispanas hasta los modelos arquitectónicos del gótico inglés.

     Por último, la posición de Noruega en Europa nos obliga a reflexionar acerca de la reintroducción de los motivos culturales escandinavos en el siglo XIX en nuestra cultura. En primer lugar, hay que tener en cuenta que esta revalorización tuvo lugar en un contexto ya específicamente europeo pues se desarrolló como expresión del nacionalismo romántico, movimiento típico de los inicios de la  Etapa Disolvente  en toda Europa. De hecho, la recuperación de la mitología escandinava fue llevada a cabo sobre todo en Alemania y solo posteriomente en la propia Noruega. Además, esa recuperación fue puramente folclórica, por supuesto, como pudo serlo la de la mitología grecorromana durante el  Renacimiento . A ningún intelectual noruego en su sano juicio se la habría ocurrido priorizar el alfabeto rúnico frente al latino o intentar sustituir el Cristianismo por la antigua religión de Odín. Por último, y esto es lo más importante, el desarrollo del movimiento de recuperación de la cultura nórdica permitió, precisamente, la integración definitiva de los intelectuales escandinavos en el núcleo de la cultura europea en condiciones de igualdad con el resto de las regiones del continente, desarrollarse de forma armónica a partir de ahí e incluso encabezar los nuevos movimientos culturales. Ese fue el caso de Ibsen, que comenzó como uno de los escritores nacionalistas noruegos en obras como Peer Gynt, para convertirse después en el principal renovador del teatro europeo de finales del siglo XIX, o el caso de Knut Hamsun, que desde el nihilismo propio de la intelectualidad europea de principios de siglo evolucionó hasta convertirse en uno de los más importantes escritores fascistas del continente. [E.G.]